El miedo a la libertad por EF - muestra HTML
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EL MIEDO A LA
LIBERTAD
Versión y presentación de la edición castellana
GINO GERMANI
Director del Instituto de Sociología de la Universidad de
Buenos Aires
E D I T O R I A L P A I D O S BUENOS AIRES
Titulo del original
inglés
THE FEAR OF
FREEDOM
Versión castellana de
GINO GERMANI
ÍNDICE
Prefacio a la edición castellana, por GINO GERMANI . .
9
Prefacio ...................................................................................
23
I. La libertad como problema psicológico .....................
27
II. La emergencia del individuo y la ambigüedad
de la libertad .........................................................................
49
III. La libertad en la época de la Reforma . . . .
66
IV. Los dos aspectos de la libertad para el hombre
moderno .............................................................................
134
V. Mecanismos de evasión ...............................................
168
VI. La psicología del nazismo ....................................
242
VII. Libertad y democracia ..............................................
276
APÉNDICE. — El carácter y el proceso social .. ..
315
Si yo no soy para mí mismo, ¿quién será
para mi?
Si yo no soy para mí solamente, ¿quien
soy yo?
Y si no ahora, ¿cuándo? —Refranes del
Talmud.
MISNAH ABAT
No te di, Adamo, ni un puesto determinado ni un
aspecto propio ni función alguna que te fuera pecu-
liar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto,
aquella función por los que te decidieras, los obten-
gas y conserves según tu deseo y designio. La natura-
leza limitada de los otros se halla determinada por las
leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determi-
narás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu
propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te
puse en el centro del mundo con el fin de que pudie-
ras observar desde allí todo lo que existe en el mun-
do. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni in-
mortal, con el fin de que —casi libre y soberano ar-
tífice de tí mismo— te plasmaras y te esculpieras en
la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar
hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás
—de acuerdo con la decisión de tu voluntad— rege-
nerarte hacia las cosas superiores que son divinas. Pi-
co DELLA MIRÁNDOLA, Oratio de hominis dignitate.
Nothing then is unchangeable but the inherent and
inalienable rights of man. —THOMAS JEFFERSON.
PREFACIO A LA EDICIÓN CASTELLANA
LA OBRA de Erich Fromm, que presentamos a los
lectores de habla castellana, no constituye solamente
un cuidadoso análisis de los aspectos psicológicos de
la crisis de nuestro tiempo y un esfuerzo por desen-
trañar en el origen mismo de la sociedad moderna sus
profundas y lejanas raíces, sino que se nos ofrece
también como una importante contribución a la teoría
sociológica y como un ejemplo logrado de aplicación
fecunda del psicoanálisis a los fenómenos históricos.
Desde sus comienzos apareció muy claro el signi-
ficado que esta nueva psicología podía tener para las
ciencias que se ocupan de la vida social y de la cul-
tura, en particular la sociología, la psicología social
y la antropología cultural. Como es bien sabido, el
mismo creador del psicoanálisis se preocupó por uti-
lizar los conceptos y el método del psicoanálisis para
investigar los fenómenos sociales y dedicó numerosos
trabajos a este tema 1. Esa labor y la de otros que si-
guieron de manera más ortodoxa las directivas ori-
ginarias del maestro, fueron sometidas luego a un
trabajo de revisión crítica, de la que participa-
ron no solamente los psicólogos, sino también estu-
diosos de otras disciplinas sociales, y que dio lugar
a formulaciones de singular importancia, tanto en el
orden teórico como en el práctico, en lo que respec-
ta al significado del psicoanálisis en el estudio de
los hechos sociales. Especialmente en la última déca-
da ha ido desarrollándose y cobrando impulso lo que
1 Principalmente Totem y Tabú (Obras completas v. VIII),
Psicología de las masas y análisis del yo (O. C. v. IX),
El porvenir de una ilusión (O. C. v. XIV), La civilización
y sus descontentos.
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podríamos llamar la acentuación sociológica del psi-
coanálisis —frente a la posición esencialmente bio-
lógica de la escuela ortodoxa—, al punto de que jus-
tamente en este rasgo ha de buscarse el carácter dis-
tintivo de las corrientes novísimas que se mueven
dentro del amplio ámbito de la psicología, que re-
conoce en Freud su fundador y maestro, aun cuando
se aparte de algunas de sus enseñanzas. Erich Fromm
es uno de los representantes más significativos de
estas concepciones, y su contribución se dirige sobre
todo a afirmar la necesidad de considerar los fac-
tores sociales, los valores y las normas éticas en
el estudio de la personalidad total. Esta tesis, de-
sarrollada en numerosos trabajos 2, se revela en esta
obra como un istrumento teórico muy eficaz para la
comprensión de los fenómenos sociales que se desa
rrollan en el mundo contemporáneo.
La moderna revisión del psicoanálisis acepta los
descubrimientos básicos de Freud, pero rechaza al-
gunas de sus hipótesis —acaso innecesarias para la
teoría—, cuya incorporación a esa doctrina se debió
tan sólo al estado de los conocimientos sobre el hom-
2 Citamos entre otros, los siguientes: "Die Entwicklung
des Christusdogmas. Eine psychoanalitische Studie zur so-
zialpsychologischen Funktion der Religión", en Imago, XVI:
"Der Staat als Erzieher", en Almanach (Internationaler
psychoanalytischen Verlag, Wien), 1931, pág. IV: "Politik
und Psychoanalyse", en Die Psychoanalytische Bewegung,
III; "Ueber Methode und Aufgabe einer analytischen So-
zialpsychologie", en Zeitschrift für Sozialforschung, 1932;
"Sozialpsychologischer Teil in Studien über Autoritat und
Familie", París, Alean, 1936; "Zur Psychologie des Ver-
brechers und der strafenden Gesellschaft", en Imago, XVII;
"Die gesellschaftliche Bedingtheit der psychoanalytischen
Therapie", en Zeitschrijt für Sozialforschung, 1935; "Sex
and character", en Psychiatry, 1943; "The social philosophy
of will therapy", en Psychiatry, 1939; "Selfishness and sel-
flove", en Psychiatry, 1939; Man for himself, New York,
Rinehart, 1947.
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bre en la época en que Freud escribía. Ciertos prin-
cipios, como el del determinismo psíquico, la existencia
de una actividad inconsciente, el significado y la im-
portancia de los sueños y de las "asociaciones libres",
el significado de la neurosis como conflicto dinámi-
co de fuerzas que se da en el individuo, y la exis-
tencia de ciertos mecanismos — represión, proyección,
compensación, sublimación, reacción, transferencia y
racionalización— constituyen puntos firmes que los
"neopsicoanalistas", cualesquiera que sean sus di-
vergencias sobre otras cuestiones, aceptan como apor-
tes definitivos de la teoría psicoanalítica originaria 3.
En cambio, estos autores rechazan la orientación bio-
logista de Freud y las consecuencias que ella implí-
citamente trae en su doctrina. Se recuerda que ese
predominio de la biología respondía precisamente a
una orientación general de las ciencias sociales de
principio de siglo, que fue superada luego en favor
de una posición que veía en la sociedad y la cultura
fuerzas no menos poderosas para moldear al hombre
que los factores biológicos. Tampoco están dispues-
tos los neopsicoanalistas, o por lo menos algunos de
ellos, entre los cuales hallamos a K. Horney y a E.
Fromm, a aceptar el esquema mecanicista, que consti-
tuye sin duda el supuesto general dentro del cual se
mueve el pensamiento freudiano.
Toda esta labor crítica ha llevado a rechazar o a
modificar distintos aspectos de la doctrina psicoana-
lítica originaria. En primer lugar la teoría freudiana
de los instintos. Siguiendo concepciones prevalentes
en ese momento, Freud asumió como factores expli-
cativos de la conducta ciertos impulsos biológicamente
determinados, aceptando el supuesto de una "natura-
leza humana" fija e invariable, y colocando al hom-
3 Cf. por ejemplo, K. Horney, El nuevo psicoanálisis,
México, Fondo de Cultura Económica, 1943, caps. I y II.
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bre en una relación puramente mecánica con respecto
a la sociedad. A causa de ello fue inducido a elevar a
la categoría de "hombre en general" el modelo
específico de hombre que le fue dado observar, sin
percatarse del hecho fundamental de que se trataba no
solamente de un organismo dotado de tendencias bio-
lógicas comunes a la especie, sino también —y sobre
todo— del producto de una larga evolución histórica
resultado de un proceso de diferenciación que hacía
de él algo muy específico de una época, una cultura
y un grupo social determinado. Hoy, el efecto con-
vergente de muy distintas corrientes de pensamiento
y desarrollos científicos 4 nos ha llevado a abandonar
esa imagen universal y a considerar en su lugar al
hombre histórico y socialmente diferenciado, dotado
de una constitución biológica extremadamente malea-
ble y susceptible de adaptarse a los más distintos am-
bientes naturales y culturales, a través de su propia
modificación y de la del ambiente mismo. Se llegó
así a una revisión de muchos conceptos psicoanalíti-
cos (tales como el complejo de Edipo, el de castra-
ción, o la tendencia a la virilidad en la mujer) que a
muchos estudiosos de las nuevas corrientes aparecie-
ron no ya como mecanismos universales sino como
formas peculiares de determinada estructura cultural.
Debe subrayarse, empero, que de ningún modo el
neopsicoanálisis elimina totalmente los factores ori-
ginarios y los mecanismos universales en el hombre.
Pero unos y otros desempeñan otra función en la
explicación del comportamiento individual y del pro-
ceso social. Así, por ejemplo, las disposiciones psí-
quicas, cuya existencia Fromm debe admitir (pues de
otro modo desaparecería el individuo como sujeto ac-
4 En el campo filosófico debe recordarse principalmente
el movimiento historicista, y en el científico, los resultados
de los estudios antropológicos y las nuevas corrientes que se
han manifestado en el seno de la sociología.
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tivo del proceso social para transformarse en una
"mera sombra" de las formas culturales), no son con-
sideradas como "fuerzas" exteriores a la sociedad y
mecánicamente contrapuestas a ella (como ocurre con
los "instintos" en Freud), sino que son ya socializadas
en sus manifestaciones —pues sólo son experimenta-
das a través de formas que, aun cuando diverjan de
las pautas normales o admitidas, son por lo menos
culturalmente posibles—. Y, en efecto, los conflictos
que empíricamente podemos observar no se presentan
entre impulsos meramente biológicos y formas social-
mente establecidas, sino entre lo que podríamos lla-
mar dos dimensiones de lo social: por un lado, deter-
minadas estructuras cristalizadas, por el otro, actitudes
subjetivas (que incluyen y expresan culturalmente el
sustrato biológico) que ya no se adecúan perfecta-
mente a aquellas y tienden a desbordarlas. Es de este
conflicto de donde se origina —en una sociedad di-
námica— la creación de nuevas formas sociales; de
ahí que el estudio de este proceso, que permite sor-
prender a la sociedad in fieri, equivale a investigar la
dinámica del cambio social en el acto mismo en que
se verifica en la mente de los hombres.
Tampoco niega el neopsicoanálisis la existencia de
mecanismos psicológicos de carácter universal; pero
su propósito es estudiar de qué manera funcionan en
casos específicos, y es por ello que se dirige a descu-
brir aquellos otros mecanismos que se dan en proce-
sos históricos concretos. Su asunto no es entonces el
hombre en general, sino el hombre de una determi-
nada época, cultura y grupo social, y el porqué de las
diferencias y cambios que se dan entre los distintos
tipos de hombres que nos muestra la historia. En este
sentido el neopsicoanálisis realiza la exigencia susten-
tada por Mannheim de descubrir ese tipo de leyes y
de relaciones que rigen en determinadas fases históri-
cas y dentro de una particular estructura social; los
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pricipia media que rigen los tipos psicológicos y so-
ciológicos de un determinado momento5.
En virtud de esta nueva orientación el psicoanálisis
se vuelve un instrumento extraordinariamente eficaz
en la investigación sociológica y —a diferencia de lo
que ocurría en Freud, cuyas "aplicaciones" al estudio
de los fenómenos sociales se veían seriamente limitadas
o deformadas por su perspectiva esencialmente
individualista— llega a constituir, como en el caso de
From, una verdadera psicología social. Debe adver-
tirse además que esta acentuación sociológica se pre-
senta como fundamental, aun cuando —recuérdese a
K. Horney— los problemas tratados corresponden a
la psicología individual. En realidad, podría decirse
que, para estos autores, si prescindimos de su parte
puramente biológica, toda la psicología se vuelve so-
cial, una vez dirigida al individuo como individuo,
otra al comportamiento del grupo como grupo.
El aporte de Erich Fromm a esta psicología social
surgida del psicoanálisis es muy valioso, tanto desde
el punto de vista de los instrumentos conceptuales
como —y sobre todo— por haber demostrado su efi-
ciencia en la interpretación de determinados desarro-
llos históricos. Entre los conceptos que Fromm em-
plea debemos señalar, en primer lugar, las nociones de
adaptación dinámica y de carácter social, que se
vuelven los elementos centrales de su análisis. Él pri-
mero se funda sobre los descubrimientos básicos de
Freud, pero es mérito de Fromm no solamente haberlo
definido y precisado, sino también haber mostrado de
manera efectiva su potencialidad en el análisis de los
procesos psicológicos de orden colectivo. El concepto
de carácter social tiene lejanos antecedentes en
5 Véase K. Mannheim, Man and society in an age of
reconstruction, Nueva York, Harcourt, Brace & Co., 1940,
págs. 122 y 117. (Trad, castellana Libertad y planificación,
México, Fondo de Cultura Económica, 1942.)
EL MIEDO A LA LIBERTAD
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la vieja "psicología de los pueblos", pero su utiliza-
ción sobre bases científicas se fue desarrollando en el
último treintenio, particularmente por obra de antro-
pólogos de la corriente juncionalista, y más reciente-
mente por la de algunos sociólogos. Entre los prime-
ros señalamos, además de Malinowski, a Ruth Bene-
dict y a Margaret Mead6; entre los segundos recor-
damos a Lloyd y a Lunt, quienes lo han aplicado en
su minucioso estudio de una comunidad norteameri-
cana 7. Además Abraham Kardiner ha desarrollado el
concepto de estructura de la personalidad básica, es-
tudiando especialmente la formación de la personali-
dad social en correlación con las instituciones de al-
gunos pueblos primitivos 8 En este campo la contri-
bución de Fromm es muy significativa, pues el objeto
de su análisis ha sido una sociedad altamente diferen-
ciada, como la occidental, y su propósito el de desen-
6
Cf. especialmente: R. Benedict, Patterns of culture,
Boston Houghton Miffin, 1934. (Trad, castellana: El hom
bre y la cultura, Buenos Aires, Sudamericana, 1939); Mar
garet Mead, Coming of age in Samoa, Nueva York, Morroy,
1928. (Traducción en castellano: Adolescencia y Cultura en
Samoa, Buenos Aires, abril, 1946); Sex and Temperament,
Nueva York, Morrow, 1935 (Sexo y Temperamento, Bue
nos Aires, abril, 1947); Growing up in New Guinea, Nue
va York, Morrow, 1930 (Educación y Cultura, Buenos Ai
res, Paidós, 1952).
7
W. Ll. Warner y P. S. Lunt The social lije of a
modern community, New Haven, Yale University Press,
1941, y los volúmenes siguientes de esta serie (Yankee City
Series); véase también H. Ozanne, "Social character as a
sociological concept", en American Sociological Review,